El Nuevo Rostro del Poder
Yanis Varoufakis plantea una idea bastante fuerte y hasta cuestionable: el capitalismo, tal como lo conocíamos, ya no existe. Según él, fue reemplazado por algo completamente nuevo que llama tecnofeudalismo. Este cambio no es simplemente una nueva fase del capitalismo, sino un giro profundo en la forma en que funciona nuestra economía, impulsado por el avance de la tecnología en las últimas décadas y por las decisiones que tomaron los gobiernos y los bancos después de la crisis del 2008. Para Varoufakis, aunque hoy todo parezca difícil de entender, lo primero que tenemos que hacer es reconocer este nuevo sistema para poder imaginar cómo cambiarlo. Lo interesante es que el libro no es solo una explicación técnica; está escrito como una especie de carta a su padre, donde mezcla recuerdos personales con reflexiones sobre economía, política y tecnología, lo que lo hace más cercano y hasta emotivo.
Para explicar cómo surgió el tecnofeudalismo, Varoufakis recuerda una enseñanza de su padre sobre la doble cara de las cosas. Cuando era niño, su padre le explicó cómo el hierro blando puede convertirse en acero resistente si se enfría en agua, lo que permitió fabricar mejores herramientas, aumentar la producción agrícola y dar paso al nacimiento de la civilización. Esta idea de que la tecnología puede cambiar la sociedad es central en el libro. Pero también aprendió que la tecnología tiene dos lados: puede servir para liberar o para oprimir. Al igual que la luz, que puede comportarse como partícula y como onda, la sociedad también tiene esta dualidad. Y depende de nuestras decisiones políticas si termina dominando el lado liberador o el lado que oprime.
Esta mirada de lo "doble" también aparece en cómo Varoufakis entiende la economía. De su madre aprendió que el trabajo también tiene dos lados. Por un lado está el trabajo que se paga por horas o por resultados concretos. Por otro lado, está el trabajo creativo y emocional, lo que uno pone de sí mismo cuando hace algo con pasión o inspiración. Esta parte no se puede comprar directamente. Según Varoufakis, los capitalistas ganan dinero gracias a esa diferencia: pagan por el trabajo medible, pero se quedan con el valor adicional que aporta la parte creativa del trabajador. En esa diferencia está la ganancia del capitalista.
Lo mismo pasa con el dinero, que también tiene dos caras. No solo es un medio para comprar cosas, sino que también representa nuestra capacidad como sociedad para organizarnos y hacer cosas juntos. Pero después de la crisis de 2008, ese dinero se volvió “tóxico”. Los bancos centrales inyectaron enormes cantidades de dinero para rescatar al sistema financiero —algo que Varoufakis llama "socialismo para los banqueros"—, pero ese dinero no fue a parar a la economía real, sino a la compra de acciones, tierras, arte, bienes de lujo y criptomonedas. Mientras tanto, para la mayoría de la gente, vino la austeridad. En ese contexto, lo único que creció fue una nueva forma de capital: el capital en la nube.
Este capital en la nube no es solo tecnología avanzada, sino una forma de poder económico muy fuerte. Ejemplos como Alexa o el asistente de Google muestran cómo funciona. Estos dispositivos no solo hacen lo que les pedimos; también nos entrenan. Cuando interactuamos con ellos, damos datos que mejoran sus algoritmos. Luego, esos algoritmos nos influencian, guiando lo que deseamos o consumimos, siempre en beneficio de las grandes empresas que los controlan. Este es el nuevo poder: el capital algorítmico basado en la nube.
Pero para que esto fuera posible, antes tuvo que pasar algo: el robo de los bienes comunes digitales. Al principio, internet era un espacio libre, sin dueños, basado en la colaboración. Sin embargo, con el tiempo, las grandes empresas comenzaron a “cercar” ese espacio común, como se hizo con las tierras comunales en Inglaterra en el siglo XVIII. Hoy, nuestra identidad digital está repartida entre muchas empresas privadas (como Google, Apple, Meta, Spotify, bancos), y para usar sus servicios tenemos que aceptar sus condiciones. Así, perdemos control sobre nuestra información, atención y decisiones.
En este nuevo sistema, la frontera entre trabajo y vida personal desaparece. Especialmente para los jóvenes, mantener una identidad en redes ya no es una opción, sino una necesidad. Esa gestión constante de la imagen personal es una forma de trabajo no pagado. Nuestra atención se convierte en mercancía. El capital en la nube ya no solo quiere vendernos cosas, sino que nos hace trabajar gratis para él: cada vez que compartimos una foto, una opinión o un dato, estamos generando valor que se queda la empresa. Por eso, Varoufakis nos llama “siervos de la nube”, y a los dueños del capital en la nube, “nubelistas”. Aunque lo hagamos por gusto, el resultado es el mismo que en el feudalismo: trabajamos sin salario para enriquecer al señor.
La gran diferencia entre el capitalismo tradicional y el tecnofeudalismo está en el modo de ganar dinero. En el capitalismo, el objetivo era obtener beneficios produciendo más o mejor que la competencia. Esto impulsaba el progreso y la inversión. Pero en el tecnofeudalismo, los nubelistas ya no compiten así. Ellos ganan cobrando rentas. Por ejemplo, un vendedor en Amazon tiene que pagarle a la empresa por el acceso a sus clientes. Amazon controla lo que se vende, cómo se presenta y quién lo ve, como si fuera un señor feudal dueño del terreno. Y también nos cobran a nosotros, los usuarios, al monetizar nuestra atención y nuestros datos. Así que ya no estamos en un capitalismo ineficiente, sino en algo más grave: un sistema nuevo basado en rentas y control digital.
Por eso, Varoufakis elige llamarlo “tecnofeudalismo”, y no “hipercapitalismo” o “capitalismo de plataformas”. Para él, es un sistema completamente nuevo. El capitalismo no está muriendo por una revolución proletaria, como pensaba Marx, sino por su propia creación: los nubelistas. Este nuevo sistema lleva la explotación a otro nivel, controlando nuestros comportamientos, nuestra atención e incluso nuestra identidad.
El impacto global del tecnofeudalismo también se ve en la nueva guerra fría entre Estados Unidos y China. Las restricciones tecnológicas impuestas por EE.UU. llevaron a China a desarrollar su propio sistema de capital en la nube. Así, en lugar de haber un mercado mundial interconectado, ahora hay una competencia entre grandes plataformas tecnológicas nacionales, cada una con su propia red de usuarios controlados.
En este nuevo orden, el “individuo liberal”, con una vida privada separada del trabajo, ha dejado de existir. El capital en la nube fragmenta a las personas en datos que luego se venden y manipulan con algoritmos. Esto genera una sensación de pérdida de control sobre uno mismo, falta de concentración y desorientación. Intentar resistir desconectándose o pagando en efectivo no alcanza. Las soluciones individuales no bastan.
Para escapar del tecnofeudalismo, Varoufakis dice que hace falta actuar colectivamente. Las criptomonedas no son la solución, porque muchas veces terminan siendo solo otro activo especulativo dentro del mismo sistema. La izquierda necesita algo más que críticas: necesita un proyecto nuevo. Varoufakis propone una alternativa que llama “tecnodemocracia” o “anarcosindicalismo digital”. En este modelo, las empresas serían propiedad de los trabajadores, que controlarían de forma democrática los algoritmos y el capital en la nube. Los servicios digitales dejarían de financiarse con publicidad (vendiendo atención) y pasarían a funcionar con micropagos y con un dividendo básico universal. Además, los datos personales solo podrían venderse con consentimiento y estarían protegidos por una Carta de Derechos Digitales. La vivienda y la tierra se gestionarían desde los municipios, usando el alquiler comercial para financiar vivienda social. Todo se organizaría mediante asambleas ciudadanas.
Para lograr este cambio, se necesita una gran alianza, más allá del proletariado tradicional. Debe incluir a los “siervos de la nube” (los usuarios) y a los “capitalistas vasallos” (desarrolladores, vendedores, etc.) que trabajan dentro de las plataformas. Ejemplos como la campaña #MakeAmazonPay, que busca coordinar boicots y huelgas contra Amazon, muestran cómo se puede usar la misma nube para resistir.
En conclusión, Varoufakis argumenta que el capitalismo ya no domina, y ha sido reemplazado por el tecnofeudalismo, donde los nubelistas extraen riqueza no produciendo, sino controlando el comportamiento y cobrando rentas a los usuarios y pequeños productores. Este sistema debilita nuestra autonomía y cambia la forma en que vivimos y trabajamos. Pero también abre la posibilidad de una nueva forma de organización social, si logramos actuar juntos. Aunque no hay garantías, el autor termina con un mensaje de esperanza y resistencia, inspirado en la fuerza de voluntad de su padre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario