sábado, 10 de mayo de 2025

Una espistemología del Sur

Una espistemología del Sur

El libro plantea que en lugar de seguir viendo a la ciencia moderna como la única forma válida de saber, Boaventura de Sousa Santos plantea la necesidad urgente de reconocer otras formas de conocimiento, especialmente aquellas que han sido silenciadas o descartadas por el pensamiento dominante. Esta propuesta no surge de la nada, sino como respuesta a un contexto histórico marcado por la desigualdad global y la exclusión sistemática de pueblos, prácticas y saberes.

Aunque la obra de Santos empezó a circular en América Latina más tarde que en otros contextos, su impacto ha ido creciendo, sobre todo en espacios académicos donde se busca ir más allá de los marcos tradicionales de pensamiento. La publicación en México, editada por José Guadalupe Gandarilla Salgado, ayudó a ampliar ese alcance al reunir textos esenciales como Un discurso sobre las ciencias y Hacia una sociología de las ausencias y una sociología de las emergencias. Estos textos permiten conocer más a fondo su pensamiento, que combina elementos de sociología, derecho, epistemología y crítica social.

El punto de partida del libro es claro y potente: no puede haber justicia social global sin justicia cognitiva global. Esta frase resume una crítica profunda a los efectos del colonialismo, el capitalismo y la ciencia moderna, los cuales no solo han oprimido y explotado a pueblos y culturas, sino que también han negado el valor de sus conocimientos. A este fenómeno Santos lo llama epistemicidio, es decir, la eliminación de saberes no reconocidos por el canon occidental.

Frente a esto, la epistemología del Sur se presenta como una alternativa que busca visibilizar, valorar y articular esos saberes excluidos. No se trata solo de rescatar tradiciones del pasado, sino también de crear nuevas formas de conocer que nos permitan pensar alternativas reales al modelo dominante. En este camino, Santos propone una herramienta clave: la ecología de saberes, una idea que plantea que ningún conocimiento lo explica todo por sí solo, y que por eso necesitamos combinar distintas formas de saber para comprender y transformar la realidad.

Esta propuesta surge en un momento en que el paradigma moderno de la ciencia muestra signos claros de crisis. La confianza absoluta en la razón, la separación entre sujeto y objeto, la obsesión por cuantificarlo todo, y la idea de que la naturaleza es algo pasivo que debe ser dominado, ya no son suficientes para dar cuenta de la complejidad del mundo actual. Santos retoma ideas como las de Rousseau, quien se preguntaba si la ciencia nos hace más felices o más virtuosos, y concluye que, aunque esas preguntas siguen siendo válidas, las respuestas hoy son mucho más difíciles.

Uno de los problemas centrales de la ciencia moderna es que ha reducido la riqueza de lo real a lo medible, perdiendo de vista otros aspectos cualitativos importantes. Al intentar explicar el mundo dividiéndolo en partes, muchas veces termina distorsionándolo. Por eso, Santos apuesta por un nuevo paradigma emergente, uno que rompa con las dicotomías tradicionales, como la de ciencias naturales vs. ciencias sociales, y que acerque el conocimiento científico a otras formas de creación, como el arte o la literatura. En este nuevo paradigma, el conocimiento deja de ser algo frío y técnico para convertirse en algo práctico, útil, cercano a la vida cotidiana y a las luchas sociales.

Una parte clave de esta transformación es la crítica a lo que Santos llama la "razón indolente", una forma de pensar que parece racional pero que en realidad sirve para justificar la ignorancia, la arrogancia y la parálisis frente a la realidad. Esta razón impide ver lo que ya existe como experiencia y saber válido, y genera un gran "desperdicio de la experiencia". Para contrarrestarla, Santos propone una razón cosmopolita, capaz de reconocer la diversidad de saberes y de expandir el presente para aprender del Sur global.

En este contexto, la sociología de las ausencias y la sociología de las emergencias se vuelven herramientas fundamentales. La primera se encarga de mostrar qué conocimientos han sido negados o invisibilizados y por qué. La segunda busca reconocer lo que está naciendo, lo que todavía no existe del todo pero podría llegar a ser. Ambas se complementan con lo que Santos llama el trabajo de traducción, que no es solo un puente técnico entre saberes distintos, sino un proceso político, intelectual y emocional. La traducción busca crear espacios de diálogo entre conocimientos hegemónicos y no hegemónicos, sin que uno anule al otro. No se trata de imponer, sino de crear zonas de contacto, donde los saberes puedan encontrarse y transformarse mutuamente.

Ahora bien, para entender por qué necesitamos todo esto, Santos nos invita a pensar en el "pensamiento abismal", una lógica que ha dividido el mundo entre "este lado de la línea" (el mundo metropolitano, moderno) y "el otro lado" (el mundo colonial, atrasado, violento). Esta división no es solo geográfica, sino también epistémica: de un lado se valora el conocimiento, del otro se lo niega. Lo grave es que esta lógica sigue operando hoy, incluso dentro de los países "modernos". Por eso, Santos insiste en que necesitamos un pensamiento postabismal, capaz de superar esa división y de reconocer que todos los saberes pueden coexistir en el mismo presente.

Este pensamiento postabismal debe ser ecológico, no solo porque combina distintos saberes, sino porque valora también lo emergente, lo frágil, lo que está por nacer. Se trata de cambiar la manera en que entendemos el conocimiento: no como poder sobre el mundo, sino como una forma de vivir mejor, de convivir, de actuar con sabiduría y prudencia. Esto exige una vigilancia constante sobre nuestras propias formas de conocer, un ejercicio de autorreflexión.

En este camino, Santos recupera la idea de "Nuestra América" de José Martí, quien ya en el siglo XIX llamaba a pensar desde nuestras realidades y no desde modelos impuestos. Lo mismo hace Oswaldo de Andrade en su Manifiesto Antropófago, al proponer que América no tiene que copiar, sino devorar lo extranjero y transformarlo. Sin embargo, muchas veces nuestras universidades siguen atrapadas en una lógica de dependencia, donde se busca la validación del pensamiento metropolitano. Frente a esto, Santos propone una nueva cultura política que surja desde abajo, desde las experiencias del pueblo, y que apueste por un cosmopolitismo situado, donde la identidad no sea ni cerrada ni sumisa, sino crítica y en construcción.

También hay un diálogo interesante con el poscolonialismo, aunque Santos marca sus diferencias. Mientras algunos enfoques posmodernos celebran la diversidad sin cuestionar las estructuras de poder, él defiende un posmodernismo de oposición, comprometido con la transformación social. En el caso del colonialismo portugués, por ejemplo, propone pensar en un poscolonialismo situado, que reconozca su ambigüedad e hibridación, sin dejar de lado el análisis crítico. Esto implica abandonar la idea de una sola narrativa de emancipación y abrirnos a muchas historias posibles, guiadas por principios éticos y políticos.

En definitiva, Una epistemología del sur no es solo un libro sobre el conocimiento. Es un llamado a transformar la forma en que pensamos, enseñamos, aprendemos y actuamos. Nos recuerda que detrás de cada exclusión social hay también una exclusión cognitiva, y que no podemos cambiar el mundo si no cambiamos también la forma en que lo conocemos. La propuesta de Santos combina teoría crítica, compromiso político y esperanza. Su apuesta por el interconocimiento, por el diálogo entre saberes, por un cosmopolitismo desde abajo y por una justicia cognitiva global, nos da pistas para imaginar un futuro distinto, más justo, más humano y más solidario.


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