Psicología y Descolonización
Ignacio Martín-Baró fue un psicólogo que dedicó su vida a luchar por la transformación social en América Latina, utilizando la psicología como un instrumento para acompañar a los pueblos en sus luchas. Su compromiso no pasó por la vía de las armas, como fue común en otros movimientos de las décadas de 1950 y 1960, sino que apostó a una psicología que sirviera para liberar, cuestionar y construir realidades más justas. A partir de su ejemplo, el autor del libro analiza críticamente la situación actual de la psicología en países como Argentina, Uruguay y Paraguay, donde, lejos de fortalecerse, la disciplina fue despojada de su capacidad transformadora.
Se expone cómo, desde hace décadas, se impulsaron dos grandes tendencias para vaciar la psicología de su potencia crítica: por un lado, reduciéndola a discursos teóricos desconectados de la realidad social; por otro, transformándola en una ciencia fría y descontextualizada que estudia a los seres humanos como simples organismos biológicos. Mientras tanto, en los países más poderosos del mundo, los verdaderos avances de la psicología fueron reservados para fines de control y manipulación social, a través de proyectos como Cambridge Analytica y sus estrategias de intervención en procesos políticos y electorales
Frente a un escenario de crisis global y de nuevos intentos de dominación imperialista en América Latina, se destaca la importancia de recuperar una psicología comprometida con las necesidades concretas de los pueblos, capaz de acompañar procesos de liberación y justicia social. Es así que debemos centrarnos en que la psicología vuelva a ser una herramienta viva, crítica y transformadora,que esté al servicio de los más necesitados.
Ignacio Martín-Baró invita a una reflexión crítica sobre los problemas contemporáneos y cuestiona el papel de las ciencias sociales en un contexto donde la dignidad humana está constantemente amenazada. Nos invita a repensar cómo generar conocimientos que realmente sirvan a los sectores más marginados, alejándose de enfoques autorreferenciales y buscando una conexión con las realidades locales, especialmente en los sectores vulnerables. Este trabajo se nutre de diversas corrientes del pensamiento crítico latinoamericano, tales como la psicología de la liberación, la filosofía de la liberación, la pedagogía crítica de Paulo Freire, la teología de la liberación y las Epistemologías del Sur. Todos estos elementos forman parte de un "neoparadigma latinoamericano" que se basa en la realidad concreta de nuestros pueblos, promueve una ética solidaria y busca transformar la academia para que esté más conectada con las necesidades sociales.
Martín-Baró defendía la idea de que la verdad no se encuentra en la segmentación de la realidad, sino en su totalidad. Criticaba a la psicología social por su enfoque fragmentado y, en muchas ocasiones, encontraba propuestas más pertinentes en textos de sociología, ciencias políticas, o incluso novelas, que en los repetitivos artículos de la psicología social. Se destacan tres confluencias esenciales entre los trabajos de Fals Borda, Torres Restrepo y Martín-Baró: la primacía de la comunidad, el inconformismo y la memoria histórica.
En cuanto al inconformismo, tanto Torres Restrepo como Martín-Baró analizaron las diversas formas de disconformidad presentes en los sectores progresistas. La memoria histórica, por su parte, constituye un pilar fundamental en la obra de Fals Borda, especialmente a través de su trabajo en la Investigación-Acción Participativa (IAP), que rescataba las luchas de las comunidades campesinas. Este concepto se profundizó en la década de 1980, influenciado por la visión radical de Fals Borda, quien consideraba que recuperar la memoria histórica era crucial para la psicología latinoamericana de la liberación. Martín-Baró citó este enfoque en su artículo "Hacia una psicología de la liberación" (1986), reforzando la idea de que recuperar las experiencias pasadas es esencial para combatir el fatalismo y encontrar caminos hacia la liberación.
Se plantea, asimismo, la necesidad de repensar la psicología en México, teniendo en cuenta las demandas de los pueblos indígenas, los movimientos feministas y las violencias estructurales que atraviesan el país. Se critica la continuidad de una psicología hegemónica que, pese a su dominio en las universidades, omite o desconsidera estas problemáticas en su formación. A su vez, se reconoce que, además de los aportes de Ignacio Martín-Baró, existen pensadores y pensadoras indígenas de Abya Yala (América Latina indígena) que ofrecen rutas analíticas valiosas, sin necesidad de que la psicología defienda sus fronteras disciplinares.
Uno de los enfoques más interesantes es el concepto de "comunalidad", la "comunalidad" se entiende como una forma de comprender las relaciones entre los pueblos y su territorio, en la cual las palabras no sólo describen, sino que constituyen el significado y las cosmovisiones particulares del espacio. Elementos clave de la comunalidad, como la asamblea, la autoridad y la fiesta, se configuran como campos fértiles de trabajo e investigación. En este contexto, se expone el caso del pueblo Binnizá de Oaxaca, donde la concepción del sanar está profundamente vinculada a lo comunitario y a la palabra colectiva, lo que implica la creación de acuerdos simbólicos que permiten que la comunidad se reconozca en su conjunto.
Se enfatiza la necesidad de entender al sujeto no como un objeto abstracto, sino como un sujeto histórico, inmerso en la praxis y las necesidades materiales. Se argumenta que la psicología ha tratado al sujeto de manera descontextualizada, sin tener en cuenta las relaciones de poder y las contradicciones sociales. En lugar de concebir al sujeto como un objeto de estudio, Martín-Baró propone un enfoque que lo vea como protagonista de la historia, enfrentando las dinámicas de clase y opresión. Esta perspectiva plantea la necesidad de una transformación epistemológica que permita a la psicología latinoamericana abordar los problemas reales de los pueblos.
La participación de Martín-Baró dentro de la Compañía de Jesús resalta su influencia en la politización de la Iglesia latinoamericana. A partir de la encíclica Rerum Novarum (1891), se entiende la preocupación social de la Iglesia, cuya interpretación latinoamericana fue reformulada por Martín-Baró. La profesionalización de los sacerdotes y la creación de una nueva identidad eclesial, que rompe con las estructuras capitalistas, se convierte en un elemento clave de la Teología de la Liberación. En este contexto, la Iglesia latinoamericana se alineó con los movimientos sociales de transformación, lo que generó tensiones con el Vaticano.
Martín-Baró también denunció en su obra "¿Genocidio en El Salvador?" (1981) las masacres de campesinos y pueblos indígenas, como las ocurridas en Perú contra el pueblo quechua. En su análisis, subraya cómo el concepto de "subversión" fue utilizado para justificar el exterminio masivo, no solo para destruir a los opositores, sino también para despojar a los pueblos de sus tierras y recursos. A pesar de la violencia y el genocidio, los pueblos han emergido una y otra vez como sujetos históricos, luchando por sus derechos y evidenciando la resistencia y la importancia de la memoria colectiva en su lucha por la justicia social.
Los Caparrós proponen una psicología que toma en cuenta los factores sociales, políticos y de clase para comprender las dinámicas de las coyunturas conflictivas, enfocándose en el neocolonialismo y las divisiones sociales. Para ellos, la liberación debe reconocer la lucha de clases y la opresión. Martín-Baró, por su parte, plantea que para lograr una verdadera psicología de la liberación es necesario primero liberarse "de" la psicología misma, es decir, romper con las estructuras dominantes de pensamiento. Esta transformación no debe ser solo teórica, sino práctica y radical, lo que implica una revisión profunda de los enfoques tradicionales de la psicología.
Ambos enfoques presentan diferencias significativas en su concepción del sujeto. Los Caparrós, influenciados por el marxismo y las teorías psicoanalíticas de izquierda, critican cómo las ideologías dominantes perpetúan la alienación y la deshumanización. Consideran que la psicología debe superar la disociación entre lo social y lo económico. Martín-Baró, por su parte, mantiene que la psicología debe descolonizarse y construirse "desde" y "para" América Latina, recuperando los saberes locales que desafían el sistema dominante. Este enfoque de descolonización implica también un cuestionamiento a la ciencia hegemónica, que reproduce relaciones de poder y opresión al centrarse en lo cuantificable y clasificable.
En cuanto a la concepción de la verdad y el conocimiento, Martín-Baró argumenta que las ideologías que ocultan la verdad fomentan la opresión y la alienación, y que la psicología tiene la tarea de recuperar la memoria histórica de los pueblos, rescatando sus luchas por la justicia y la solidaridad. Esta visión se alinea con los postulados de Paulo Freire sobre una educación transformadora, en la que el conocimiento y la verdad deben ser entendidos como una "revelación" que permite la esperanza y resistencia de los pueblos oprimidos.
Una parte clave de la crítica de Martín-Baró a la psicología tradicional es su desconexión de las realidades latinoamericanas y su tendencia a beneficiar a los grupos hegemónicos, reproduciendo formas de opresión. A partir de este diagnóstico, se plantea el concepto de "mestizaje" de Silvia Rivera Cusicanqui, que ofrece una nueva forma de conocimiento y resistencia, basada en las experiencias vividas por las comunidades subalternas. Este enfoque subraya la importancia de escuchar las voces de los niños y niñas, quienes demandan participación activa y reconocen el vínculo con la naturaleza como parte esencial de su bienestar. Esto invita a repensar las estructuras adultistas y capacitistas que atraviesan las infancias en América Latina.
En conclusión, la obra de Ignacio Martín-Baró propone una visión de la psicología como herramienta clave para la liberación social en América Latina. Su crítica a los enfoques tradicionales destaca la urgencia de una psicología que se conecte con las realidades locales y sea capaz de cuestionar las estructuras de poder. Martín-Baró aboga por una disciplina que recupere la memoria histórica, valore la comunidad y se alinee con las luchas por la justicia social. De esta manera, la psicología de la liberación debe ser un espacio de resistencia y transformación, orientado a los sectores más marginados y comprometido con la construcción de un futuro más justo.
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