sábado, 5 de abril de 2025

La doctrina del Shock

 La doctrina del Shock como herramienta de control


Vivimos rodeados de discursos que nos dicen que el capitalismo y la libertad van de la mano, y que el libre mercado es esencial para una democracia “real”. Esta idea, repetida constantemente por los medios y los sectores de poder, parece incuestionable. Sin embargo, Naomi Klein, en La doctrina del shock, plantea una mirada totalmente distinta: detrás del avance del capitalismo no hay libertad, sino miedo, violencia y manipulación.

Klein compara el funcionamiento del libre mercado impuesto con técnicas de tortura: primero se desestabiliza, se genera confusión y luego, en medio del caos, se imponen reformas que bajo condiciones normales jamás serían aceptadas. A través de desastres naturales, crisis económicas o conflictos armados, se han aplicado estas estrategias en diferentes partes del mundo. Este ensayo busca revisar algunos de esos casos para mostrar que la historia del capitalismo no es solo una historia de progreso, sino también de imposición, sufrimiento y resistencia.

El caso de Chile es un claro ejemplo de lo anteriormente mencionado. Tras el golpe de Estado de 1973, la dictadura de Pinochet implementó un agresivo programa neoliberal, diseñado por los conocidos "Chicago Boys". Este grupo de economistas chilenos había sido formado en la Universidad de Chicago, bajo las enseñanzas de Milton Friedman. El objetivo de los Chicago Boys era transformar la economía chilena siguiendo los principios del libre mercado, sin importar las consecuencias sociales. Lo que se vivió en Chile durante este periodo fue una verdadera "terapia de shock", en la que se utilizaron medidas extremas como la desregulación económica, la privatización de recursos naturales y servicios públicos esenciales, y la reducción drástica de los derechos sociales. Esta transformación fue posible solo gracias a la represión y el uso de la violencia sistemática contra aquellos que se opusieran. La promesa de prosperidad y democracia se desmoronó rápidamente, dejando tras de sí una drástica concentración de la riqueza, un incremento de la desigualdad y una gran parte de la población sumida en la pobreza. Según Orlando Letelier, exministro durante el gobierno de Allende, el golpe no solo fue un acto militar, sino también económico, impulsado por los economistas neoliberales que vieron en la crisis la oportunidad para imponer un modelo radical.

En Rusia, bajo el liderazgo de Yegor Gaidar, otro seguidor de la Escuela de Chicago, la receta neoliberal fue impuesta tras el colapso de la Unión Soviética. Gaidar implementó medidas drásticas de liberalización económica que incluyeron la liberalización de precios y la privatización acelerada de las empresas estatales. Estos cambios provocaron una pérdida inmediata del valor de los ahorros de millones de rusos, especialmente entre la clase media, que vio desaparecer sus activos de un día para otro. A su vez, el desempleo se disparó, la producción industrial cayó en picada y el costo de vida se disparó. Las reformas fueron descritas por muchos como un caos organizado, ya que la privatización de las empresas del Estado beneficiaron principalmente a un pequeño grupo de oligarcas, mientras que millones de ciudadanos se empobrecían aún más. La crisis económica, exacerbada por las medidas del gobierno, provocó que el consumo cayera drásticamente y que el país cayera en una depresión económica. Mientras tanto, la riqueza se concentraba en unas pocas manos, creando una clase de oligarcas que se beneficiaron enormemente de la privatización de los recursos estatales.

Polonia, otro ejemplo emblemático, fue uno de los primeros países del bloque oriental en aplicar un plan de "terapia de shock". Bajo la asesoría de Jeffrey Sachs, Polonia implementó reformas neoliberales que incluyeron la privatización masiva de empresas, la liberalización de precios y la conversión de la moneda, todo de forma simultánea y sin el necesario consenso social. Las reformas se impusieron a pesar de las reticencias de los líderes de Solidaridad, que se oponían a las políticas que favorecían al capital extranjero y a los intereses neoliberales. Aunque se logró reducir la inflación, el impacto en la economía fue devastador: la producción industrial cayó un 30%, el desempleo se disparó, y la pobreza aumentó considerablemente. La economía polaca, en lugar de estabilizarse y mejorar, experimentó un retroceso que afectó principalmente a las clases más vulnerables. La brecha entre ricos y pobres se amplió, y el proceso de reformas se desarrolló sin tener en cuenta las necesidades de la mayoría de la población, lo que generó descontento social.

En Bolivia, la situación no fue distinta. A pesar de las advertencias sobre los efectos negativos de la terapia de shock, el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada implementó las recomendaciones de Jeffrey Sachs para estabilizar la economía del país. Entre las medidas adoptadas se incluían la eliminación de subsidios a los alimentos básicos, el aumento del precio del petróleo, y la privatización de empresas estatales. Aunque la inflación se redujo de manera significativa, las consecuencias sociales fueron muy graves: los salarios se desplomaron, la pobreza aumentó y la desigualdad se agudizó. Los sectores más pobres fueron los más afectados por estas reformas, mientras que una pequeña élite política y empresarial se benefició enormemente. La falta de consulta popular sobre estas reformas generó un amplio rechazo social, que se tradujo en protestas y manifestaciones. En este caso, la política neoliberal mostró sus efectos destructivos, no solo en términos económicos, sino también en el aumento de la pobreza y la marginalización de las clases trabajadoras.

Sudáfrica, tras el fin del apartheid, vivió un proceso similar. El gobierno del ANC, bajo el liderazgo de Thabo Mbeki, adoptó un paquete de reformas neoliberales conocido como Growth, Employment and Redistribution (GEAR). Este plan, que fue diseñado sin la consulta adecuada a la población, incluía la privatización de empresas estatales, recortes de gasto público y la flexibilización del mercado laboral. A pesar de las promesas de mejorar las condiciones de vida de la mayoría, la pobreza se duplicó, el desempleo alcanzó niveles alarmantes y la desigualdad se profundizó. La falta de justicia económica post-apartheid se hizo evidente, ya que, a pesar de la libertad política alcanzada, el modelo económico continuó beneficiando a las élites mientras la población más pobre seguía siendo excluida de los beneficios de la democracia. La transición política no significó necesariamente una mejora en las condiciones de vida para la mayoría de los sudafricanos, y el desencanto con el gobierno aumentó debido a la implementación de políticas neoliberales que no tomaban en cuenta las necesidades sociales del pueblo.


En Asia, tanto Corea del Sur como Tailandia experimentaron la presión del FMI para implementar reformas neoliberales durante las crisis económicas de los 90. En Corea, el FMI condicionó los fondos a que los principales candidatos presidenciales se comprometieran por escrito a seguir las políticas impuestas por el fondo. Este acto socavó la soberanía democrática del país, ya que se dio a entender que, aunque los ciudadanos podían votar, sus elecciones no tendrían un impacto real en la gestión económica. En Tailandia, el FMI impuso un paquete de medidas de terapia de choque por decreto, sin pasar por el proceso legislativo adecuado. Esto resultó en una pérdida de control sobre la política económica del país, ya que las reformas estaban alineadas con los intereses del mercado global, en lugar de responder a las necesidades internas de la nación. Las intervenciones del FMI en estos países no solo afectaron la economía, sino que también tuvieron repercusiones sobre la democracia y la autonomía de sus instituciones.

En definitiva, lo que plantea La doctrina del shock es que muchas de las grandes crisis que han sacudido al mundo no solo han sido momentos de dolor, sino también oportunidades aprovechadas por ciertos sectores para imponer reformas económicas extremas. Inspiradas en las ideas de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, estas políticas neoliberales se aplican justo cuando las sociedades están más frágiles, desorientadas y sin capacidad de respuesta.

Lejos de ser procesos democráticos o transparentes, estas reformas suelen venir acompañadas de violencia, represión y miedo, como lo muestra el caso de Chile durante la dictadura de Pinochet. Incluso la ayuda humanitaria, que debería aliviar el sufrimiento, ha sido utilizada por empresas privadas como herramienta para lucrar en medio del caos.

Aunque los impactos suelen ser devastadores—más pobreza, desigualdad y pérdida de derechos—la narrativa del libre mercado sigue siendo defendida por quienes se benefician de ella. Sin embargo, también hay resistencia: comunidades que se organizan, que dicen “no”, y que buscan caminos distintos, más justos, más humanos. La doctrina del shock, al final, nos deja una advertencia clara: el avance del neoliberalismo no es una historia de libertad, sino de imposición, control y sufrimiento disfrazado de progreso.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Relación entre la psicología y la comunicación

  Relación entre la psicología y la comunicación LINK DEL SUSTENTO TEÓRICO https://docs.google.com/document/d/1wUbuV5XwUxr8lr_s-GLJyYDMrjURt...